Queridos Hijos y sobrinos:
Siempre me interesó conocer mis raíces, pero, como dice un refrán, en la vida todo tiene su tiempo. Pues bien, hoy he llegado a una edad en la cual el tiempo me sobra y sintiendo la necesidad de hacer algo de provecho, escribo estas líneas para que las lean y puedan así conocer, a través de ellas, la historia de nuestra familia.
Años atrás, mi mamá, quién siempre había visto en mis inquietudes para investigar este tipo de cosas y por ser la mayor de la familia Manjarrez Domenech, me proporcionó un legajo el cual, a su vez, le había sido entregado por mi tía abuela, Sra. Doña Enriqueta Manjarrez de Murguía. Dicho legajo contenía diversas escrituras, títulos de propiedad, algunos testamentos y otros documentos que guardé celosamente durante varios años, con la esperanza y el deseo de que algún día escribiría sobre este tema.
En esos papeles pude encontrar lo que tanto deseaba saber, cuál era el origen de nuestras raíces. Debo, ante todo, aclarar a ustedes, mis queridos hijos y sobrinos, que este no es un estudio exhaustivo ni profundo, sino algo muy sencillo que trata únicamente de dar a conocer a ustedes y a las generaciones venideras nuestro origen familiar, porque yo creo que una vez desaparecida mi generación, se perderá toda la historia de la familia Manjarrez.
Años atrás, mi mamá, quién siempre había visto en mis inquietudes para investigar este tipo de cosas y por ser la mayor de la familia Manjarrez Domenech, me proporcionó un legajo el cual, a su vez, le había sido entregado por mi tía abuela, Sra. Doña Enriqueta Manjarrez de Murguía. Dicho legajo contenía diversas escrituras, títulos de propiedad, algunos testamentos y otros documentos que guardé celosamente durante varios años, con la esperanza y el deseo de que algún día escribiría sobre este tema.
En esos papeles pude encontrar lo que tanto deseaba saber, cuál era el origen de nuestras raíces. Debo, ante todo, aclarar a ustedes, mis queridos hijos y sobrinos, que este no es un estudio exhaustivo ni profundo, sino algo muy sencillo que trata únicamente de dar a conocer a ustedes y a las generaciones venideras nuestro origen familiar, porque yo creo que una vez desaparecida mi generación, se perderá toda la historia de la familia Manjarrez.
PRIMERA GENERACIÓN
Se supone que el primer Manjarrez que llegó de España, a las tierras de Campanillas, fue Don Lorenzo de Manjarrez, natural de la Villa de Manjarres de la provincia de Logroño, España, del cual se desconoce el nombre de la persona con quién se casó y el número de hijos que procreó, ya que únicamente se habla de dos de ellos, llamados Juan José y Francisco Javier. Es de éste último, a través de su hijo Damián, del que se desprende el tronco de la familia Nuestra.
Por encontrarse ligada a la historia de la familia Manjarrez, paso a mencionar lo siguiente: En aquél tiempo, el predio de Campanillas, al igual que el de Palmarito, La Labor, Tacuitapa, Los Tulipanes, El Paraje, Ramada; Tacote, El Capule y Zamora, eran todos propiedad de su Majestad el Rey Fernando de Castilla de León y Aragón. Sin embargo, esas tierras las tenía, desde hacía dieciséis años; en pacífica y quieta posesión, el Sr. Don Martín Loaiza; el que al morir, les heredó a su hijo Don Juan Antonio Loaiza.
En el año de 1720, Don Juan Antonio Loaiza denunció estas tierras en información Ad perpetuam mediante un oficio librado ante Don Pedro Malo Villavicencio, Oidor que fue de la Real Audiencia. Las tierras antes mencionadas fueron medidas por Don Francisco de la Vega y aprobadas por el comisionado Don José Pelaiz Estrada, resultando un total de 30 sitios de ganado mayor y un cuarto más. El precio estipulado por la Corona fue de 330 pesos en reales y la operación la aprobó Don Fernando Urrutia Consejero de su Majestad. El pago se hizo en efectivo al Sr. Don José Pelaiz Estrada, Comisionado de la Caja Real de Guadalajara. Esas tierras pertenecía a la jurisdicción de San Ignacio del Nuevo Reino de Vizcaya.
Años después, Don Juan Antonio Loaiza, solicitó la titulación de estas tierras argumentando que su padre, Don Martín, las había poseído por muchos años al igual que él. Este escrito lo presento el 12 de Mayo de 1732 y le contestaron afirmativamente el 15 de Febrero de 1733; haciéndole la aclaración que se le vendían dichas tierras a él, su madre y sus hermanos, para que las disfrutaran pacíficamente, como una merced especial por servicios prestados a su Majestad por Don Juan Antonio Loaiza. Dicha comunicación se hizo a través de Don Fernando Urrutia, Oidor de la Corona.
El titulo fue otorgado, en época colonial, unido al de la Hacienda de la Labor, hoy propiedad de la familia Laveaga. Está inscrito en la Notaria del Lic. Francico J. Salcedo, en el archivo de la Secretaría del H. Ayuntamiento de Mazatlán, con fecha de Agosto de 1733. En el año de 1758-59, fue extendido el Título de Confirmación y en 1788-89 se entregó el Título primordial. Este último fue enviado directamente por el Rey de España y actualmente se encuentra en el legajo que me entregó mi mamá.
Es aquí, precisamente, el punto en el que la historia anterior se liga a la de nuestra familia. En el año 1733, Don Juan Antonio de Loaiza le vendió a Don Lorenzo de caballería correspondiente al predio de Campanillas. Al comprarlo en 105 pesos en reales, Don Lorenzo lo denominó San Francisco Javier de las Campanillas, quizás en honor de su hijo Francisco Javier.
Los límites de este predio eran lo siguiente: Al norte, colinda con las tierras llamadas del Potrero; al sur, desde las casas de dicha Hacienda (tres cordeles hacia abajo, que serían dos leguas más o menos); al oriente, con el Rincón de Zacatecas y al Poniente con el Potrero de la Urraca.
Años después, Don Lorenzo de Manjarrez compró seis sitios de ganado y un cuarto más, que en legítima posesión venían disfrutando Don Martín Loaiza y sus herederos desde hacia muchos años. A este predio se le denominó Palma y Sandía, incluidas las tierras del Tambor. El título que presento Don Juan Antonio Loaiza estaba librado por Don Pedro Melo de Villavicencio, Oidor que fue de la Real Audiencia.
SEGUNDA GENERACION
De los hijos de Lorenzo de Manjarrez, Juan José y Francisco Javier se sabe muy poco. Don Juan José tuvo una hija llamada Gabriela, la cual casó con Don Feliciano Padilla procreando dos hijos llamados Anselmo y Faustino. Del segundo hijo, Francisco Javier se sabe que tuvo varios hijos, entre ellos Pedro, Victoria, Gambino y Don Damián Manjarrez, el cual casó con Doña María Mota y Padilla y que procrearon los siguientes hijos:
TERCERA GENERACION
María Josefa, se casó con Don Ignacio Ramírez.
En el año de 1720, Don Juan Antonio Loaiza denunció estas tierras en información Ad perpetuam mediante un oficio librado ante Don Pedro Malo Villavicencio, Oidor que fue de la Real Audiencia. Las tierras antes mencionadas fueron medidas por Don Francisco de la Vega y aprobadas por el comisionado Don José Pelaiz Estrada, resultando un total de 30 sitios de ganado mayor y un cuarto más. El precio estipulado por la Corona fue de 330 pesos en reales y la operación la aprobó Don Fernando Urrutia Consejero de su Majestad. El pago se hizo en efectivo al Sr. Don José Pelaiz Estrada, Comisionado de la Caja Real de Guadalajara. Esas tierras pertenecía a la jurisdicción de San Ignacio del Nuevo Reino de Vizcaya.
Años después, Don Juan Antonio Loaiza, solicitó la titulación de estas tierras argumentando que su padre, Don Martín, las había poseído por muchos años al igual que él. Este escrito lo presento el 12 de Mayo de 1732 y le contestaron afirmativamente el 15 de Febrero de 1733; haciéndole la aclaración que se le vendían dichas tierras a él, su madre y sus hermanos, para que las disfrutaran pacíficamente, como una merced especial por servicios prestados a su Majestad por Don Juan Antonio Loaiza. Dicha comunicación se hizo a través de Don Fernando Urrutia, Oidor de la Corona.
El titulo fue otorgado, en época colonial, unido al de la Hacienda de la Labor, hoy propiedad de la familia Laveaga. Está inscrito en la Notaria del Lic. Francico J. Salcedo, en el archivo de la Secretaría del H. Ayuntamiento de Mazatlán, con fecha de Agosto de 1733. En el año de 1758-59, fue extendido el Título de Confirmación y en 1788-89 se entregó el Título primordial. Este último fue enviado directamente por el Rey de España y actualmente se encuentra en el legajo que me entregó mi mamá.
Es aquí, precisamente, el punto en el que la historia anterior se liga a la de nuestra familia. En el año 1733, Don Juan Antonio de Loaiza le vendió a Don Lorenzo de caballería correspondiente al predio de Campanillas. Al comprarlo en 105 pesos en reales, Don Lorenzo lo denominó San Francisco Javier de las Campanillas, quizás en honor de su hijo Francisco Javier.
Los límites de este predio eran lo siguiente: Al norte, colinda con las tierras llamadas del Potrero; al sur, desde las casas de dicha Hacienda (tres cordeles hacia abajo, que serían dos leguas más o menos); al oriente, con el Rincón de Zacatecas y al Poniente con el Potrero de la Urraca.
Años después, Don Lorenzo de Manjarrez compró seis sitios de ganado y un cuarto más, que en legítima posesión venían disfrutando Don Martín Loaiza y sus herederos desde hacia muchos años. A este predio se le denominó Palma y Sandía, incluidas las tierras del Tambor. El título que presento Don Juan Antonio Loaiza estaba librado por Don Pedro Melo de Villavicencio, Oidor que fue de la Real Audiencia.
SEGUNDA GENERACION
De los hijos de Lorenzo de Manjarrez, Juan José y Francisco Javier se sabe muy poco. Don Juan José tuvo una hija llamada Gabriela, la cual casó con Don Feliciano Padilla procreando dos hijos llamados Anselmo y Faustino. Del segundo hijo, Francisco Javier se sabe que tuvo varios hijos, entre ellos Pedro, Victoria, Gambino y Don Damián Manjarrez, el cual casó con Doña María Mota y Padilla y que procrearon los siguientes hijos:
TERCERA GENERACION
María Josefa, se casó con Don Ignacio Ramírez.
María Micaela, con Don Juan José Padilla.
Petra, con Don José Fructo Romero.
Paula, no se caso.
Don Blas, de quien se desconoce si se casó o no.
Don Ignacio, que casó con Doña Rafaela Osuna Partida.
Don Damián compró al hijo de Don Juan Antonio Loaiza, Don José Antonio, las tierras denominadas del Potrero en 500 pesos, las cuales medían un sitio y cuatro caballerías. Don Damián murió el 18 de Noviembre de 1794.
Don Blas y Don Ignacio, hijos de Don Damián, fueron los únicos herederos por haber sido ellos los que pagaron las deudas que habían dejado su padre antes de morir, esto último con el consentimiento de sus cuatro hermanas. A continuación transcribo un párrafo del testamento de Don Ignacio Manjarrez y Mota Padilla, en el que se hace referencia a los anterior. Dice el texto:
“Don Blas se hizo cargo, por ser el mayor de las deudas contraídas por su padre Don Damián, reintegrándose los bienes a los precios que aparecen en el inventario. Entre las deudas de mi padre aparecían los 500 pesos de la compra del Potrero a Don José Antonio Loaiza. Convinieron que la pagaría al 50% cada uno, habiendo entregado Don Ignacio de inmediato 120 pesos; al ir a pagar después los 130 restantes, se negó Don Blas a recibirlos se insistió varias veces, las mismas que se negó, razón por la cual declaró lo siguiente:
Petra, con Don José Fructo Romero.
Paula, no se caso.
Don Blas, de quien se desconoce si se casó o no.
Don Ignacio, que casó con Doña Rafaela Osuna Partida.
Don Damián compró al hijo de Don Juan Antonio Loaiza, Don José Antonio, las tierras denominadas del Potrero en 500 pesos, las cuales medían un sitio y cuatro caballerías. Don Damián murió el 18 de Noviembre de 1794.
Don Blas y Don Ignacio, hijos de Don Damián, fueron los únicos herederos por haber sido ellos los que pagaron las deudas que habían dejado su padre antes de morir, esto último con el consentimiento de sus cuatro hermanas. A continuación transcribo un párrafo del testamento de Don Ignacio Manjarrez y Mota Padilla, en el que se hace referencia a los anterior. Dice el texto:
“Don Blas se hizo cargo, por ser el mayor de las deudas contraídas por su padre Don Damián, reintegrándose los bienes a los precios que aparecen en el inventario. Entre las deudas de mi padre aparecían los 500 pesos de la compra del Potrero a Don José Antonio Loaiza. Convinieron que la pagaría al 50% cada uno, habiendo entregado Don Ignacio de inmediato 120 pesos; al ir a pagar después los 130 restantes, se negó Don Blas a recibirlos se insistió varias veces, las mismas que se negó, razón por la cual declaró lo siguiente:
“Mi ultima Voluntad, es que el cuerpo de mis bienes les sean entregados por mis Albaceas a mi hermanos Blas los 130 pesos que adeudo y se niega a recibir, quedando así con esta disposición asegurado el convenio para evitar discordias que puedan suceder a nuestros herederos”
“Don Blas recibió el dinero que le correspondía pagar a Don Ignacio, y éste a su vez, hizo la siguiente declaración”
“En caso de reclamo por los herederos de Don José Antonio Loaiza, no serán responsables mis herederos, sino los de Don Blas, porque él fue quien recibió por los 250 pesos, valor del 50% de las tierras que a mi me corresponde pagar”
Este testamento lo hizo Don Ignacio en el año de 1823 muriendo tres años después, en 1826. Sin duda, el texto de este testamento nos revela claramente el carácter de nuestro antepasado (tatarabuelo) como el de un hombre recto, empecinado y muy cumplido en sus tratos, que además buscaba siempre la armonía para la familia, que no hubiera discordia entre los hijos (tomen nota).
CUARTA GENERACION
Don Ignacio casó con Doña Rafaela Osuna Partida, originaria de El Rosario, Sin., hija legítima de Don Antonio Osuna y Doña Nicolasa M. Partida. Se casaron por el poder, pues Don Ignacio declaró que no podría asistir a la boda, por lo lejos del lugar y nombró en su lugar quién lo representara. Ella, una vez casada, se trasladó a San Ignacio con los bienes que aportó a su matrimonio como dote. Procrearon los siguientes hijos: María Feliciana, (21 de octubre 1810) María Josefa Agueda (7 de febrero 1808), Santos, Ignacio, Juan Nepomuceno, Antonio y Jesús. Sobrevivieron, únicamente, los cuatro últimos varones.
Don Ignacio fue el que compró la casa que hoy se tienen en San Ignacio: Entonces era una sola; hoy se encuentra dividida en dos partes, una propiedad del Sr. Germán Bastidas y la otra donde estamos. Esta casa se la compra Don Ignacio a Don Urbano de Ibarra, quien a su vez la había heredado de Don Sixto Ibarra, su padre. La venta del inmueble la autorizó su Albacea, Don José María Rochín, el valor de la finca se fijó en 210 pesos y la escritura se firmo en el año de 1820.
Seis años después, el 12 de Marzo de 1826, moría Don Ignacio Manjarrez en San Ignacio. A su muerte, fue Doña Rafaela quién se hizo cargo de los ranchos y la que siguió comprando más tierras. Era, creo, de carácter fuerte y muy dominante. Murió el 29 de Agosto del año de 1854.
Por lo que se refiere a Don Blas, hermano de Don Ignacio, se casó con Loreto Castro, aparecen como sus herederos siete hijos: Rafael Bentura, (19 de julio 1810) Ignacia, Cirilo, Felipe y Loreto. Tampoco se sabe cuando falleció, sólo se conoce la fecha en la que redactó su testamento, el 14 de mayo de 1823. Todos los hijos de Don Blas vendieron los derechos que tenían a las tierras de Campanillas a Doña Rafaela Osuna, y posteriormente a Don Juan Nepomuceno, hijo de esta.
QUINTA GENERACION
Del matrimonio de Don Ignacio Manjarrez y Doña Rafaela, como ya se dijo, sobrevivieron cuatro hombres: Juan Nepomuceno, Ignacio, Antonio y Jesús. Don Juan se casó el 14 de diciembre de 1858 con Doña Eustaquia Franco, originaria ella del poblado El Agua Nueva, municipio de Elota, procreando al menos seis hijos cuyos nombres eran:
SEXTA GENERACION
María Enriqueta, que casó con Amado Murguía, originario de El Rosario, Sin; no tuvieron descendientes pues se casó grande. Murió el 8 de Noviembre de 1945.
María Josefa, casó con Pedro Higuera, de edad avanzada. Tampoco tuvieron hijos. Murió el 5 de Mayo de 1932.
Este testamento lo hizo Don Ignacio en el año de 1823 muriendo tres años después, en 1826. Sin duda, el texto de este testamento nos revela claramente el carácter de nuestro antepasado (tatarabuelo) como el de un hombre recto, empecinado y muy cumplido en sus tratos, que además buscaba siempre la armonía para la familia, que no hubiera discordia entre los hijos (tomen nota).
CUARTA GENERACION
Don Ignacio casó con Doña Rafaela Osuna Partida, originaria de El Rosario, Sin., hija legítima de Don Antonio Osuna y Doña Nicolasa M. Partida. Se casaron por el poder, pues Don Ignacio declaró que no podría asistir a la boda, por lo lejos del lugar y nombró en su lugar quién lo representara. Ella, una vez casada, se trasladó a San Ignacio con los bienes que aportó a su matrimonio como dote. Procrearon los siguientes hijos: María Feliciana, (21 de octubre 1810) María Josefa Agueda (7 de febrero 1808), Santos, Ignacio, Juan Nepomuceno, Antonio y Jesús. Sobrevivieron, únicamente, los cuatro últimos varones.
Don Ignacio fue el que compró la casa que hoy se tienen en San Ignacio: Entonces era una sola; hoy se encuentra dividida en dos partes, una propiedad del Sr. Germán Bastidas y la otra donde estamos. Esta casa se la compra Don Ignacio a Don Urbano de Ibarra, quien a su vez la había heredado de Don Sixto Ibarra, su padre. La venta del inmueble la autorizó su Albacea, Don José María Rochín, el valor de la finca se fijó en 210 pesos y la escritura se firmo en el año de 1820.
Seis años después, el 12 de Marzo de 1826, moría Don Ignacio Manjarrez en San Ignacio. A su muerte, fue Doña Rafaela quién se hizo cargo de los ranchos y la que siguió comprando más tierras. Era, creo, de carácter fuerte y muy dominante. Murió el 29 de Agosto del año de 1854.
Por lo que se refiere a Don Blas, hermano de Don Ignacio, se casó con Loreto Castro, aparecen como sus herederos siete hijos: Rafael Bentura, (19 de julio 1810) Ignacia, Cirilo, Felipe y Loreto. Tampoco se sabe cuando falleció, sólo se conoce la fecha en la que redactó su testamento, el 14 de mayo de 1823. Todos los hijos de Don Blas vendieron los derechos que tenían a las tierras de Campanillas a Doña Rafaela Osuna, y posteriormente a Don Juan Nepomuceno, hijo de esta.
QUINTA GENERACION
Del matrimonio de Don Ignacio Manjarrez y Doña Rafaela, como ya se dijo, sobrevivieron cuatro hombres: Juan Nepomuceno, Ignacio, Antonio y Jesús. Don Juan se casó el 14 de diciembre de 1858 con Doña Eustaquia Franco, originaria ella del poblado El Agua Nueva, municipio de Elota, procreando al menos seis hijos cuyos nombres eran:
SEXTA GENERACION
María Enriqueta, que casó con Amado Murguía, originario de El Rosario, Sin; no tuvieron descendientes pues se casó grande. Murió el 8 de Noviembre de 1945.
María Josefa, casó con Pedro Higuera, de edad avanzada. Tampoco tuvieron hijos. Murió el 5 de Mayo de 1932.
Waldina, casó con José Domenech Gutiérrez (mis abuelos). El era originario de Santander, España. Waldina casó a la edad quince años y murió el 7 de julio de 1938.
María Bernardina (19 de septiembre 1859), Demetria (14 de enero 1894), y otro hijo varón llamado Ygnacio Alberto (13 de junio 1866) que probablemente murió porque el otro Ignacio, murió a la edad de 23 años. Este último fue asesinado en el Paso Angostura, viniendo de Campanillas a donde había ido con las autoridades a tomar posesión de unos terrenos que le habían sido invadidos. Murió el 8 de Diciembre de 1894. Y si esto es cierto Ignacio nació en 1871, 5 años después de Ygnacio Alberto.
María Bernardina (19 de septiembre 1859), Demetria (14 de enero 1894), y otro hijo varón llamado Ygnacio Alberto (13 de junio 1866) que probablemente murió porque el otro Ignacio, murió a la edad de 23 años. Este último fue asesinado en el Paso Angostura, viniendo de Campanillas a donde había ido con las autoridades a tomar posesión de unos terrenos que le habían sido invadidos. Murió el 8 de Diciembre de 1894. Y si esto es cierto Ignacio nació en 1871, 5 años después de Ygnacio Alberto.
Don Juan Nepomuceno, a quien llamaban también Don cheno, fue un hombre muy emprendedor. Incrementó mucho su capital, pues les compro todos los derechos de herencia a sus hermanos Ignacio, que vivía en Durango, Antonio y Jesús. De igual forma, adquirió también los derechos de los herederos de Don Blas. Don Juan Nepomuceno falleció a las 5 y media de la mañana, en San Ignacio, el 18 de febrero de 1890 a causa de un ataque de apoplejía. Al morir deja los siguientes bienes:
Derechos de Campanillas
Derechos de Colompo.
Palma y Sándia.
El Tambor.
Guayuza y El Huizache.
El Potrero (Al norte de Campanillas).
Solar de Don Francisco Ibarra.
Guayabastita (terreno y casa)
La Mesteña.
Guaiyapa (300 hectáreas).
Casa de Ajoya.
Terreno de Ajoya. (La palma).
El llano y Azucena.
Solar en la Falda de la Mesa (Los ciruelos)
Ranchos: La Nevada, Las Islas, El Potrero, El Joso y Rancho Viejo.
El ganado era el siguiente:
Derechos de Campanillas
Derechos de Colompo.
Palma y Sándia.
El Tambor.
Guayuza y El Huizache.
El Potrero (Al norte de Campanillas).
Solar de Don Francisco Ibarra.
Guayabastita (terreno y casa)
La Mesteña.
Guaiyapa (300 hectáreas).
Casa de Ajoya.
Terreno de Ajoya. (La palma).
El llano y Azucena.
Solar en la Falda de la Mesa (Los ciruelos)
Ranchos: La Nevada, Las Islas, El Potrero, El Joso y Rancho Viejo.
El ganado era el siguiente:
35 vacas paridas.
60 vacas horas.
15 novillos.
65 crías.
25 bueyes.
4 yeguas.
4 caballos.
8 mulas.
6 burros mesos.
5 burras.
Los vaqueros eran los señores Luis Mellado, Francisco Pardo, Domingo Manjarrez (nieto de Blas, abuelo de Ramón), Ángel Guerrero (son los que recuerdo).
Doña Eustaquia se quedó administrando todos estos bienes en unión de su hijo Ignacio. Al morir éste, quedaron sus 3 hijas auxiliándola con gran capacidad, principalmente, la tía Queta, que era una persona muy inteligente, culta, muy altruista y religiosa, que cuida celosamente el nombre de la familia Manjarrez. Era una gran organizadora y conservó todas las propiedades mientras vivió. He aquí el porqué dicen que las mujeres eran de más carácter, principalmente Doña Rafaela y Doña Eustaquia. Los esposos de sus hijas en poco o nada participaban, y puesto que el único varón de la familia, Ignacio, había muerto joven eso agravaba la situación.
Sin embargo, la lucha que éstas señoras libraron para preservar el patrimonio familiar fue infructuoso, pues ya eran personas de mucha edad y, poco a poco, los ranchos se fueron perdiendo, el ganado se lo robaron y todo terminó en manos ajenas a la familia, sobre todo, en las manos de los que vivían cerca de tan alejados lugares, quiénes se posesionaron de ellos sin que nadie se animara nunca a reclamárselos, pues en aquellos tiempos era grande la falta de garantías.
Paso a mencionar las familias que formaron los otros tres hermanos de Don Juan Nepomuceno, Ignacio, Antonio y Jesús con todos sus miembros, generación tras generación. Comienzo con la de mi abuelo paterno:
FAMILIA DE IGNACIO MANJARREZ OSUNA. Caso con Doña Francisca Laveaga Olano, originaria de San Dimas, Durango. Procrearon seis hijos:
María Trinidad, Soltera, murió el 7 de Septiembre de 1936 en Guadalajara.
Juan Nepomuceno. Soltero. Murió en Culiacán el 28 de junio de 1945.
Ignacio, casó con María Guerrero de San Dimas, Durango. Murió en El Tambor el 6 de junio de 1938.
Adrián, casó con Waldina Domenech. Murió en Culiacán el 3 de septiembre de 1960.
Jesús, murió accidentalmente en San Dimas, Durango.
Jesús, murió accidentalmente en San Dimas, Durango.
FAMILIA DE ANTONIO MANJARREZ OSUNA. Caso con Doña Eufracia Bastidas. Hijos: Marcelo, Gregoria, Rafaela, Juan Nepomuceno, Agripina, Rosario, Felipa e Isabel.
Marcelo casó con Anastacia Sánchez. Hijos, Ernestina y Antonio.
Ricardo casó con Crescencia Alarcón.
Ernestina con Conrado López, de San Juan.
Hijos de Ricardo fueron Veneranda, Candelaria, Elisa y Melquiádes.
Hijos de Ernestina fueron Antonio, Rosa, Angelica, Rosario, Ricardo, Socorro, Conrado y César.
Gregoria casó con José Bastidas (hermano de Lázaro y María)
Sus hijos Arsenio, Antonio, José y Victoria.
Arsenio casó con Rosa Mercado y tuvo a Octavio Arsenio, Alfonso, José Manuel, Celia, Rosa, Hindeliza y Evelia. Los hijos de estos parientes casi no los conozco. Viven casi todos en Ajoya.
Rafaela casó con Juan Manjarrez de Ajoya, no tuvieron hijos. Adoptaron a Víctor Ríos, hijo de Victoria Bastidas, nieto de Gregoria.
Juan Nepomuceno, casó con Catalina en su primer matrimonio. Hijos: Ramón, Eufracia, Alejandro, Antonio, Valo y Juan Nepomuceno.
Juan Nepomuceno, casó con Catalina en su primer matrimonio. Hijos: Ramón, Eufracia, Alejandro, Antonio, Valo y Juan Nepomuceno.
Agripina, casó con Jesús Millan y tuvo a Laura y Octavio. Los hijos de Laura son Haydé y José. Hijos de Haydé, Adrían, Juan Carlos, Patricia (esposa de Luis Alfonso, hijo de Alicia) Gabriela y Sergio. Los de José no los conozco. Los de Octavio son Jesús, Octavio, Teresa, Mayra, Irma, Francisco e Ivone.
Rosario, casó con un sobrino del Padre Federico Cajero. No conozco sus hijos. Tuvieron cuatro hijos.
Felipa, casó con Herculano Perales. Enviudó, tuvo una hija Ernestina, casada con Amado Loaiza. Hijos de Ernestina son Luz Berthila, Amado y Laura. Luz Berthila casó con Rogelio Soto y tuvo dos hijos, Rogelio y Ricardo. Amado con Virginia Loaiza, tuvo 3 hijos: Amado, Virginia Alicia y Martha Ernestina. Laura caso con Alejandro Ramírez, dos hijos: Sergio Alejandro y Carlos Enrique. Felipa casó en segundas nupcias con Sóstenes Torrero de San Javier. Hijos, Francisco, Víctor, Herminia y Agustín. Herminia casó con Josué Tostado y tuvo a Josué. Josué casó con Concepción Torres Bon y procrearon tres niñas. Francisco casó con Aurora Salcido, tuvieron cinco hijos: Francisco, Graciela, Rosa María, Oscar y Guadalupe.
Víctor casó con Odilia Blancarte. Hijos: Lila, Miriam, Victor y Martín. Casados los cuatro.
Agustín, casó con Irma Milán Bastidas de San Ignacio; procrearon dos hijas, Virginia e Irma. Casadas, con hijos.
Isabel, caso con Francisco Larrañaga. Hijos, Fernando, Jesús, Roberto, Victoria y Margarita. Fernando casó con Emilia Benítez. Los hijos son: Jesús Fernando, Judith, Juan Francisco y José Ramón. Jesús Roberto casó con Bertha Torrontegui. No conozco su descendencia. Victoria casó con Jesús Sarabia. Hijos: Elba, Martha, Rosa María, Yolanda, Mario y Sergio.
FAMILIA DE JESUS MANJARREZ OSUNA. Don Jesús casó con una señora de apellido Maldonado y tuvieron dos hijos, Edmundo y Jovita. Hijos de Edmundo fueron Edmundo y Juana (de Coyotitán). Edmundo caso con… Juana con Diego Escobosa. Hijos: María de Jesús y Antonio.
Jovita se casó con Don Agustín Temple, inglés que vivía en Guadalajara. Era una señora de muchísimo carácter, muy dominante. Sus hijos fueron Agustín, Edmundo, Julia, Sarah, Ana, Arturo, María Luisa, Lidia y Daniel. Murieron todos jóvenes sin haberse casado, con excepción de Julia que caso con el Sr. León Espinoza. No tuvieron descendencia.
Ana, casó con Arcadio Laveaga y tuvo un hijo, Alberto Laveaga. Alberto casó con María Montes y tuvo cuatro hijos, Alberto, Ana, Luz María y Antonio. Alberto tuvo un hijo con Verónica del Río; Ana, tres (casada con Carlos Amézquita de Culiacán) Ana, Alberto y Cristina y Luz María casó con Jaime Quiriarte y tuvieron tres hijos, Jaime Sofía y Alejandro. Antonio es soltero.
Otros parientes descendientes de Don Blas Manjarrez y que casi todos viven en Campanillas, son:
Julián Manjarrez.
Domingo Manjarrez
Narcisa Manjarrez de Guerrero.
Benigno (hijo de Jesús)
Pedro Manjarrez.
Santiago Manjarrez.
Javier Manjarrez.
Maria Ignacia, hija de Blas, casó con Don Ramón Guerrero.
Loreto Manjarrez, hija de Blas, casó con un Torrontegui.
Ignacio, Bernardo Nazario y Delfina de Yuriar, son hijos de Delfina Torrontegui de Fajardo.
Luisa Manjarrez, casó con Melquiádes de Alarcón. Luisa es la madre de Crescencia, la que caso con Ricardo, hijo de Marcelo.
En fin, son un sinnúmero de Manjarrez los descendientes de Don Blas, pero no los conocemos. Los que menciona ya murieron hace tiempo. Sus hijos y nietos viven en Campanillas, Colompo y Ajoya.
En las criptas de San Ignacio están sepultados en la grande con forma de cuadrada, Don Juan Nepomuceno, Doña Eustaquia, Ignacio, Enriqueta, Waldina Manjarrez; los hijos de mi nina Waldina, Manuel, Enrique y Agustín, Ignacio Manjarrez Laveaga y María del Carmen Domenech. En la cripta con obelisco, Don José Domenech Guitiérrez; en la que está a un lado, Josefa M. de Higuera y, al frente, en la otra, José de Jesús Domenech y Ramón García.